lunes, 18 de marzo de 2013

Cuando el Bullying irrumpe en una familia

Testimonios
La familia y el Bullying






María de los Ángeles y Nazarena son madre e hija. Ambas vivieron diez años en España y  volvieron a nuestro país hace más de seis meses. Charlamos con ellas acerca del acoso escolar  y su tratamiento en Europa, así como la experiencia en colegios de Argentina.


“En Almagro, un compañero me agarró la agenda de comunicados y me escribió cosas. Entre ellas insultos a profesores y bromas. Teníamos información sobre métodos anticonceptivos y en ese lugar me escribió junto a un preservativo: “Esto es lo que usas con tu novio”. Después de eso, me enojé mucho y como mi profesora de inglés se encarga de estos problemas, habló con él”, relata Nazarena.

Su madre nos explica que primero le envió un comunicado al preceptor. Luego le pidió una reunión para hablar y tratar de solucionar el incidente con el alumno.
¿Respondió bien la institución?

M: Sí, en ese momento sí. Y él se sintió humillado al ver que le había faltado el respeto a mi niña. Terminamos teniendo una reunión entre mi marido, mi hija, el chico, sus padres y yo.

N: Después me pidió perdón y yo lo disculpé. También me tuvo que comprar una agenda nueva.

¿Pero en la clase había alguien más que le festejara lo que hacía?

N: Sí, estaba él y dos amigos más que lo encubrían. Por ejemplo, hubo un día en el que llevamos la merienda al cole y este chico se puso a pisar las mochilas de todos los compañeros. A una compañera, Laura, le piso la mochila y le arruinó su celular, el cuaderno, sus libros… Y toda la clase lo encubrió. 



 ¿Y qué pasa si la agresión se vuelve más grave?

M: Cuando la situación pasa a mayores, entra en juego el directorio. Ahí el director decide si lo expulsan al chico o si le dan una sanción de dos días. Si es mucho más difícil, ya empieza a involucrarse la policía, el juez de menores, los asistentes sociales...

Puede que este caso no sea de los más graves o representativo. Sin embargo, Nazarena también habló de una compañera que, por burlas respecto a su cuerpo, terminó internada debido a problemas alimenticios. Entre ellos, bulimia y anorexia.
Quienes descubrieron su problema fueron sus amigas y el colegio. Mientras tanto, la familia obvió lo que estaba sucediendo, ya que ambos padres trabajaban muchas horas y  no le prestaban demasiada atención.
Pérdida de confianza

En un resumen de Ana María Ortiz, periodista de El Mundo, sobre casos en España, se puede leer: “El niño acosado comienza a creer que todo lo hace mal, que es un desastre, tiene una visión pesimista de la vida y de los demás e incluso se inclina por pensar que los que lo acosan tienen razón. Se derrumba”.

Asimismo, en su síntesis Ortiz señala, de acuerdo a un estudio, que alrededor de 1.750.000 escolares españoles vive algún tipo el acoso escolar. “Además, un 53,7% de las víctimas de acoso (…) presenta síntomas de estrés postraumático (pesadillas, ansiedad, insomnio, flash back, pánico…), el 54,8% sufre depresión, el 53% tiene una imagen negativa de si mismo…”, añade Ortiz.

Y en Argentina, ¿tuviste problemas con compañeros/as?

N: Sí, como vine de España se pensaban que tenía dinero… Pero nosotros volvimos por la crisis. Había un grupo de chicas que me pedía bolsos, ropa, pero yo no les hacía caso;  pensé que lo hacían en broma. Al final me di cuenta que se lo tomaban en serio. Me revisaron la mochila, me arrancaron hojas de cuaderno, me pintaron con corrector blanco, me cortaron el pelo...


Y los profesoras, ¿qué hacían?

N: Nada. Pero cuando me cortaron el pelo sí. 

M: En una reunión con una profesora de lengua y otro de sociales (en Argentina), nos comentaron que no les importaba tanto que tuvieran buenas notas. Es decir, les interesaba más la educación de los chicos. Según ellos, venían de la casa con una maldad, una agresividad… Por ejemplo, a la maestra la insultaban por su color de piel y la escupían.

N: A esa chica la suspendieron por dos días.

M: Después, el profesor de sociales comentó que un grupo de chicas se empezó a pelear en la clase. Pero no pudo hacer nada, porque si los toca los chicos pueden denunciarlo a la policía y decir que él les pego.

María, ¿cómo pensas que podría modificarse esta situación en nuestro país?

M: Primero y principal, deberían dejar que los profesores tengan un poco de autoridad, que se defiendan. Porque vos no podés pretender ir a enseñar y que luego te estén insultando. La educación, pienso, empieza por la casa. Si vos a tu hijo lo dejas todo el día en la calle, que haga lo que quiera… Cuando vaya a estudiar no va a respetar a nadie. Si como padres no están atentos a qué hacen sus hijos, si no les enseñan respeto, luego no pretendan que su hijo les tenga respeto a las personas que están delante de él.

Las palabras de María invitan a la reflexión. Creer que el bullying es cosa de chicos, debería ser una frase del pasado. Al mismo tiempo, no sólo tendríamos que hacer hincapié en el rol de las instituciones educativas para ayudar al cambio.

En un artículo publicado dentro de la Revista Chilena de Pediatríaii, el Dr. Trautmann manifiesta que “se ha visto mayor asociación con el acoso escolar entre pares, el que haya padres distantes, poco cálidos, familias poco cohesionadas o padres sobreprotectores, castigos inconsistentes, castigos físicos, padres violentos, victimización entre hermanos, y un padre que haya tenido historia de acoso”.

Quizás sea momento de hilar más fino; de empezar a considerar todos los factores involucrados en casos de violencia y acoso escolar.

Por Florencia Soledad Gatell

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