viernes, 8 de marzo de 2013

Repensar el 8 de marzo



La plenitud de los derechos de la Mujer, el mejor regalo




Desde 1911, se comenzó a celebrar en varios países el Día Internacional de la Mujer. A partir de 1977, las Naciones Unidas lo proclamaron como el Día Internacional por los Derechos de la Mujer y la Paz Internacional. Celebrado cada año, pensamos desde Pura Vida que debería ser un día donde se conmemore lo que realmente se intentó plasmar en aquellos principios de siglo: la igualdad de género, el desarrollo íntegro de la mujer dentro de la sociedad, a la par de la condición que hasta ese momento sólo era un “privilegio” del hombre. La condición de “mujer trabajadora”, el reconocimiento del derecho al voto… fueron apenas algunos hitos que rompieron con la clasificación patriarcal de la mujer como el “sexo débil”. 

A pesar que ha pasado más de un siglo, y que millones de mujeres alrededor del mundo se desempeñan en puestos de trabajo y consuman su derecho al voto (por ejemplificar sólo con lo que veníamos diciendo en el párrafo anterior), aún otras millones de mujeres son víctimas de la manipulación masculina más vergonzosa: la violencia. Que puede adoptar decenas de formas, desde golpes o insultos en el núcleo familiar, hasta el secuestro de niñas y jóvenes para ser explotadas sexualmente en redes de trata de personas. Violencia que afecta a las mujeres en diferentes aspectos de su vida: el hogar, el trabajo, la escuela/universidad, el barrio, las relaciones amorosas… La lista es extensa, y la lucha también. Extensa e intensa. 

El 8 de marzo no es simplemente el “día de la mujer”, por el sólo hecho de ser mujeres, por la sola esencia vital de ser “diferentes” que el hombre. Claro que somos diferentes: tenemos no sólo cuerpos si no también necesidades diferentes. Pero a la vez, somos iguales, y esa igualdad recae en la igual condición de posibilidades que debemos tener para vivir en plenitud, atendiendo a lo que queremos, lo que necesitamos. Al acceso igualitario a trabajo, salud, educación… A la igualdad de poder para votar, para llevar adelante un emprendimiento o para vivir nuestra sexualidad libremente. Igualdad para que nuestras opiniones y pensamientos sean respetados, para que tengamos igual poder de decisión dentro de nuestro hogar, de nuestra familia. Igualdad para que también nosotras podamos proyectar la familia que queremos, los objetivos que deseamos alcanzar, qué trabajo queremos realizar.

Este 8 de marzo, empecemos a repensar la esencia de esta conmemoración. Los derechos de la mujer deben ser respetados todos los días del año, claro está. Pero qué mejor día que el ocho de marzo para gritarle al mundo que tenemos derechos, que deben ser respetados, que la igualdad de género es posible, no pertenece al mundo de las utopías. Y que la erradicación de la violencia debe ser deber de todos, hombres y mujeres. Sin excepciones. Sin diferencias.

por Clara Trillini

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