La plenitud de los derechos de la Mujer, el mejor regalo
Desde 1911, se comenzó a
celebrar en varios países el Día Internacional de la Mujer. A
partir de 1977, las Naciones Unidas lo proclamaron como el Día
Internacional por los Derechos de la Mujer y la Paz Internacional.
Celebrado cada año, pensamos desde Pura Vida que debería ser un día
donde se conmemore lo que realmente se intentó plasmar en aquellos
principios de siglo: la igualdad de género, el desarrollo íntegro
de la mujer dentro de la sociedad, a la par de la condición que
hasta ese momento sólo era un “privilegio” del hombre. La
condición de “mujer trabajadora”, el reconocimiento del derecho
al voto… fueron apenas algunos hitos que rompieron con la
clasificación patriarcal de la mujer como el “sexo débil”.
A pesar que ha pasado más
de un siglo, y que millones de mujeres alrededor del mundo se
desempeñan en puestos de trabajo y consuman su derecho al voto (por
ejemplificar sólo con lo que veníamos diciendo en el párrafo
anterior), aún otras millones de mujeres son víctimas de la
manipulación masculina más vergonzosa: la violencia. Que puede
adoptar decenas de formas, desde golpes o insultos en el núcleo
familiar, hasta el secuestro de niñas y jóvenes para ser explotadas
sexualmente en redes de trata de personas. Violencia que afecta a las
mujeres en diferentes aspectos de su vida: el hogar, el trabajo, la
escuela/universidad, el barrio, las relaciones amorosas… La lista
es extensa, y la lucha también. Extensa e intensa.
El 8 de marzo no es
simplemente el “día de la mujer”, por el sólo hecho de ser
mujeres, por la sola esencia vital de ser “diferentes” que el
hombre. Claro que somos diferentes: tenemos no sólo cuerpos si no
también necesidades diferentes. Pero a la vez, somos iguales, y esa
igualdad recae en la igual condición de posibilidades que debemos
tener para vivir en plenitud, atendiendo a lo que queremos, lo que
necesitamos. Al acceso igualitario a trabajo, salud, educación… A
la igualdad de poder para votar, para llevar adelante un
emprendimiento o para vivir nuestra sexualidad libremente. Igualdad
para que nuestras opiniones y pensamientos sean respetados, para que
tengamos igual poder de decisión dentro de nuestro hogar, de nuestra
familia. Igualdad para que también nosotras podamos proyectar la
familia que queremos, los objetivos que deseamos alcanzar, qué
trabajo queremos realizar.
Este 8 de marzo,
empecemos a repensar la esencia de esta conmemoración. Los derechos
de la mujer deben ser respetados todos los días del año, claro
está. Pero qué mejor día que el ocho de marzo para gritarle al
mundo que tenemos derechos, que deben ser respetados, que la igualdad
de género es posible, no pertenece al mundo de las utopías. Y que
la erradicación de la violencia debe ser deber de todos, hombres y
mujeres. Sin excepciones. Sin diferencias.
por Clara Trillini
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