miércoles, 27 de septiembre de 2017

Conciencia Ambiental





Más de 20 años nos separan del primer 27 de septiembre en el que se celebró el Día de la Conciencia Ambiental. Refuerza la importancia de conocer nuestra huella ecológica, el respeto y cuidado del medioambiente que debemos fomentar y generar. 

En 1993, siete personas fallecieron como consecuencia de un escape de gas cianhídrico ocurrido en la ciudad de Avellaneda. Tres años después el Senado de la Nación Argentina y la Cámara de Diputados promulgó la ley de declaración de este día. El objetivo es que los establecimientos educativos y los medios de comunicación recuerden los derechos y deberes que se relacionan con el cuidado de la naturaleza y nuestro entorno.

La conciencia ambiental es comprender profundamente qué es el ambiente, cómo cuidarlo y cómo mejorarlo. Puede definirse como lo que entendemos por el impacto de los seres humanos en el entorno, cómo influyen las acciones de cada día y cómo esto afecta el futuro de nuestro espacio. Es importante conocer qué se debe fomentar y qué se debe evitar, para no obstaculizar el desarrollo de las prácticas ecológicas. 

En la cotidianidad, escuchar de conciencia ambiental nos alude a pensar en el calentamiento global, las crisis energéticas o la capa de ozono. El problema, es que no llegamos a ver la relación que tienen nuestras acciones con dichos acontecimientos. Todo se relaciona, cada uno de nosotros forma parte de un mundo que se construye con las acciones que realizamos.

Ser parte de este planeta implica reconocer esa relación que tiene nuestro accionar con lo que acontece en la naturaleza. Actuar con responsabilidad es el camino para que la huella ambiental que dejamos con cada paso no dañe el medioambiente, y hoy es un día para recordarlo. 




Por Natalia Stanchi para Proyecto Pura Vida


lunes, 11 de septiembre de 2017

11 de septiembre: ¡Feliz día del maestro!


“El fin de la educación no es hacer al hombre rudo, por el desdén o el acomodo imposible al país en que ha de vivir, sino prepararlo para vivir bueno y útil en él”
José Martí



Todos tenemos un maestro o una maestra que recordamos porque nos dejó algo. Algo más que un mapa físico de Argentina o con división política. En el colegio primario, a la “seño” Marimé; en el secundario, a Stornelli, de matemáticas. Seguro que vos también si hacés ese repaso, tenés un profesor que te marcó.

Pero, la vida es una escuela gigante, con millones de alumnos, y miles de maestros. Y esos son los maestros a los que quiero hacer referencia, a los que, sin saberlo, se pusieron el guardapolvo invisible, y nos educaron. Esas personas que no nos enseñaron ciencias naturales ni físico-química, que no andaban con el libro gigante de Kapeluzs bajo el brazo, pero nos aportaron valores, nos enseñaron a ser mejores.

Educar no es sólo instruir, es también formar. Formarnos para entablar relaciones afectivas sanas, para incurrir en el diálogo como método de resolución de conflictos, para que la constancia y la paciencia sean los pilares de lo que será nuestro recorrido en el futuro. La contención, la capacidad de escucha, el respeto son cosas que nos educan… como personas.

La confianza, la seguridad y la capacidad de generar herramientas para afrontar nuestra vida adulta, es el mayor aprendizaje que podemos adquirir, es la mejor enseñanza que nos pueden dar. ¡Porque después tenemos que rendir exámenes todos los días! Cuánta gente habrás conocido que tuvo mucha educación formal, pero no se nota… Y es que, al final de cuentas, la educación es lo que sobrevive cuando olvidamos todo lo que aprendimos. 

Por eso, es importante que hablemos de la educación en valores. Ese proceso por el cual las personas incorporamos la ética como forma de su aprendizaje habitual, formal o informal. Es una educación basada en pautas morales para la convivencia. Sócrates, Platón, Aristóteles… o mi profe Juan Pablo, que me enseñó que si me copio, no le importaba, pero que la que no iba a aprender era yo. Juan Pablo nunca se enojó conmigo y yo aprendí el valor de la honestidad y valoré las virtudes de la sensibilidad y la empatía.

En el ámbito de educación formal se pueden generar espacios de reflexión y debe ser parte de la planificación de las actividades curriculares. Además de conversar acerca de las problemáticas entre pares o sobre bullying y discriminación. 

Informalmente, una charla en casa, un espacio durante la cena familiar, un completo desconocido que nos dijo “esa” frase, puede hacer la diferencia. Además, y principalmente, el ejemplo. Somos porque otros fueron con nosotros. Y ahora, en este momento, somos el ejemplo de alguien. 

Hoy quiero brindar por todos los maestros: por los que tienen título, por lo que se ponen el guardapolvo blanco, y por los que, sin saberlo, ejercen esta profesión desde el ejemplo, desde la pasión. La educación no cambia el mundo, cambia a las personas que van a cambiar el mundo. Y queremos que sean personas con valores. ¡Gracias, maestros! Feliz día, feliz vida.








Por Noyu Vega para Proyecto Pura Vida

jueves, 7 de septiembre de 2017

8 de septiembre: Día Internacional de la Alfabetización






La comunicación es un derecho humano que constituye la base de todo aprendizaje. Mucho de nuestro bagaje cultural, interacciones cotidianas y acceso a la educación y a la información dependen de nuestra capacidad para comunicarnos. Las palabras que elegimos y empleamos, los discursos que construimos, los interrogantes que nos planteamos y las respuestas que encontramos a ellos, están íntimamente arraigados a nuestra capacidad de expresarnos y relacionarnos con el contexto. ¿Cuánto de nuestra vida cotidiana se apoya en ello? 

Puede que la rutina y la costumbre hagan que no reflexionemos sobre lo afortunados que somos de haber tenido acceso a la alfabetización, pues utilizamos esta herramienta con tanta frecuencia y de forma tan natural (especialmente cuando ya somos adultos), que lo tenemos incorporado. De hecho, yo estoy escribiendo esto ahora y ustedes podrán leerlo porque alguien-una docente, un familiar- se ha sentado con nosotros cuando éramos niños y nos ha ayudado a adquirir las habilidades necesarias para que pudiéramos alfabetizarnos.

Este es un camino que comienza mucho antes de cruzar por primera vez la puerta del aula. La adquisición de la lectura y la escritura tiene sus cimientos en prerrequisitos como las habilidades visuales y auditivas, la percepción y la memoria de trabajo, por nombrar sólo algunos. Muchas de estas bases se asientan gracias a un constante proceso de aprendizaje que comienza desde el momento en que nacemos y que precisa de la participación, contención y estimulación del entorno. La tarea no comienza en el momento en que la maestra de preescolar o primer grado enseña a los niños a escribir la fecha y si el día está soleado o lluvioso: la tarea inicia mucho antes, en el hogar, de la mano de la familia y con un trabajo diario. 

¿A cuántos lugares puede llevarnos este camino si es abordado con amor, responsabilidad y dedicación? La curiosidad de un niño, su éxito académico, sus interacciones sociales, su capacidad de expresar lo que le sucede y lo que acontece en su rico mundo interior se verán reforzados gracias a la posibilidad de leer y escribir. ¿No es este un derecho maravilloso? ¿No deberíamos tener todos, equitativamente, la oportunidad y garantía de ejercerlo plenamente?

Desde hace casi 50 años la UNESCO invita a que el 8 de septiembre celebremos el Día Internacional de la Alfabetización. Es una fecha para que los gobiernos y organizaciones hablen de sus avances, de los proyectos que han puesto en marcha para mejorar la calidad del acceso de la población al aprendizaje de la lectoescritura, y para reflexionar sobre los obstáculos que aún deben superarse. 

Este año, el tema principal es “la alfabetización en el mundo digital”. Las nuevas tecnologías ofrecen múltiples ventajas que pueden sumarse como herramientas a los programas de alfabetización que se implementarán en el futuro. No se trata de trabajar solamente con niños en edad escolar, sino también de dar a adultos la posibilidad de alfabetizarse si aún no la han tenido para asegurar el cumplimiento de una de las metas más importantes: que toda la población pueda leer y escribir y manejar conocimientos básicos de aritmética. 


¿Cómo podemos nosotros, desde nuestro lugar, dar a este día y lo que representa la importancia que se merece? El voluntariado siempre es una buena opción. Acercarnos a comedores infantiles o a escuelas con alumnos en situación de vulnerabilidad y donar nuestro tiempo para leerles cuentos, o bien regalar material para llenar los estantes de sus bibliotecas, es una manera de brindar la posibilidad de que más niños y niñas tengan la posibilidad de acercarse a la lectoescritura desde edad temprana. El acceso a materiales didácticos y literarios que incentiven y despierten su imaginación y su interés por conocer el mundo y propicien el aprendizaje accidental es fundamental para que las bases de la lectoescritura se asienten correctamente. 

Por último, no olvidemos la importancia de la alfabetización. No tomemos esta habilidad como algo natural que se va dando solo, que se “activa” en determinado momento, más o menos un poco antes o un poco después de iniciar la escuela primaria. Hay un trabajo detrás de ella que depende de quienes somos parte del entorno de los niños, pero no todos ellos cuentan con una red de contención y/o la posibilidad de que se los incentive y estimule para que desarrollen las habilidades necesarias para la alfabetización. Reparemos en cuán necesario e indispensable es que este derecho se cumpla para todos por igual, cuánto más enriquecedora pueden ser la vida en sociedad y la cultura si logramos la meta de que haya cada vez más personas alfabetizadas.






Por Daiana Vaquero Vega para Proyecto Pura Vida