“El fin de la educación no es hacer al hombre rudo, por el desdén o el acomodo imposible al país en que ha de vivir, sino prepararlo para vivir bueno y útil en él”
José Martí
Todos tenemos un maestro o una maestra que recordamos porque nos dejó algo. Algo más que un mapa físico de Argentina o con división política. En el colegio primario, a la “seño” Marimé; en el secundario, a Stornelli, de matemáticas. Seguro que vos también si hacés ese repaso, tenés un profesor que te marcó.
Pero, la vida es una escuela gigante, con millones de alumnos, y miles de maestros. Y esos son los maestros a los que quiero hacer referencia, a los que, sin saberlo, se pusieron el guardapolvo invisible, y nos educaron. Esas personas que no nos enseñaron ciencias naturales ni físico-química, que no andaban con el libro gigante de Kapeluzs bajo el brazo, pero nos aportaron valores, nos enseñaron a ser mejores.
Educar no es sólo instruir, es también formar. Formarnos para entablar relaciones afectivas sanas, para incurrir en el diálogo como método de resolución de conflictos, para que la constancia y la paciencia sean los pilares de lo que será nuestro recorrido en el futuro. La contención, la capacidad de escucha, el respeto son cosas que nos educan… como personas.
La confianza, la seguridad y la capacidad de generar herramientas para afrontar nuestra vida adulta, es el mayor aprendizaje que podemos adquirir, es la mejor enseñanza que nos pueden dar. ¡Porque después tenemos que rendir exámenes todos los días! Cuánta gente habrás conocido que tuvo mucha educación formal, pero no se nota… Y es que, al final de cuentas, la educación es lo que sobrevive cuando olvidamos todo lo que aprendimos.
Por eso, es importante que hablemos de la educación en valores. Ese proceso por el cual las personas incorporamos la ética como forma de su aprendizaje habitual, formal o informal. Es una educación basada en pautas morales para la convivencia. Sócrates, Platón, Aristóteles… o mi profe Juan Pablo, que me enseñó que si me copio, no le importaba, pero que la que no iba a aprender era yo. Juan Pablo nunca se enojó conmigo y yo aprendí el valor de la honestidad y valoré las virtudes de la sensibilidad y la empatía.
En el ámbito de educación formal se pueden generar espacios de reflexión y debe ser parte de la planificación de las actividades curriculares. Además de conversar acerca de las problemáticas entre pares o sobre bullying y discriminación.
Informalmente, una charla en casa, un espacio durante la cena familiar, un completo desconocido que nos dijo “esa” frase, puede hacer la diferencia. Además, y principalmente, el ejemplo. Somos porque otros fueron con nosotros. Y ahora, en este momento, somos el ejemplo de alguien.
Hoy quiero brindar por todos los maestros: por los que tienen título, por lo que se ponen el guardapolvo blanco, y por los que, sin saberlo, ejercen esta profesión desde el ejemplo, desde la pasión. La educación no cambia el mundo, cambia a las personas que van a cambiar el mundo. Y queremos que sean personas con valores. ¡Gracias, maestros! Feliz día, feliz vida.
Por Noyu Vega para Proyecto Pura Vida
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