jueves, 7 de septiembre de 2017

8 de septiembre: Día Internacional de la Alfabetización






La comunicación es un derecho humano que constituye la base de todo aprendizaje. Mucho de nuestro bagaje cultural, interacciones cotidianas y acceso a la educación y a la información dependen de nuestra capacidad para comunicarnos. Las palabras que elegimos y empleamos, los discursos que construimos, los interrogantes que nos planteamos y las respuestas que encontramos a ellos, están íntimamente arraigados a nuestra capacidad de expresarnos y relacionarnos con el contexto. ¿Cuánto de nuestra vida cotidiana se apoya en ello? 

Puede que la rutina y la costumbre hagan que no reflexionemos sobre lo afortunados que somos de haber tenido acceso a la alfabetización, pues utilizamos esta herramienta con tanta frecuencia y de forma tan natural (especialmente cuando ya somos adultos), que lo tenemos incorporado. De hecho, yo estoy escribiendo esto ahora y ustedes podrán leerlo porque alguien-una docente, un familiar- se ha sentado con nosotros cuando éramos niños y nos ha ayudado a adquirir las habilidades necesarias para que pudiéramos alfabetizarnos.

Este es un camino que comienza mucho antes de cruzar por primera vez la puerta del aula. La adquisición de la lectura y la escritura tiene sus cimientos en prerrequisitos como las habilidades visuales y auditivas, la percepción y la memoria de trabajo, por nombrar sólo algunos. Muchas de estas bases se asientan gracias a un constante proceso de aprendizaje que comienza desde el momento en que nacemos y que precisa de la participación, contención y estimulación del entorno. La tarea no comienza en el momento en que la maestra de preescolar o primer grado enseña a los niños a escribir la fecha y si el día está soleado o lluvioso: la tarea inicia mucho antes, en el hogar, de la mano de la familia y con un trabajo diario. 

¿A cuántos lugares puede llevarnos este camino si es abordado con amor, responsabilidad y dedicación? La curiosidad de un niño, su éxito académico, sus interacciones sociales, su capacidad de expresar lo que le sucede y lo que acontece en su rico mundo interior se verán reforzados gracias a la posibilidad de leer y escribir. ¿No es este un derecho maravilloso? ¿No deberíamos tener todos, equitativamente, la oportunidad y garantía de ejercerlo plenamente?

Desde hace casi 50 años la UNESCO invita a que el 8 de septiembre celebremos el Día Internacional de la Alfabetización. Es una fecha para que los gobiernos y organizaciones hablen de sus avances, de los proyectos que han puesto en marcha para mejorar la calidad del acceso de la población al aprendizaje de la lectoescritura, y para reflexionar sobre los obstáculos que aún deben superarse. 

Este año, el tema principal es “la alfabetización en el mundo digital”. Las nuevas tecnologías ofrecen múltiples ventajas que pueden sumarse como herramientas a los programas de alfabetización que se implementarán en el futuro. No se trata de trabajar solamente con niños en edad escolar, sino también de dar a adultos la posibilidad de alfabetizarse si aún no la han tenido para asegurar el cumplimiento de una de las metas más importantes: que toda la población pueda leer y escribir y manejar conocimientos básicos de aritmética. 


¿Cómo podemos nosotros, desde nuestro lugar, dar a este día y lo que representa la importancia que se merece? El voluntariado siempre es una buena opción. Acercarnos a comedores infantiles o a escuelas con alumnos en situación de vulnerabilidad y donar nuestro tiempo para leerles cuentos, o bien regalar material para llenar los estantes de sus bibliotecas, es una manera de brindar la posibilidad de que más niños y niñas tengan la posibilidad de acercarse a la lectoescritura desde edad temprana. El acceso a materiales didácticos y literarios que incentiven y despierten su imaginación y su interés por conocer el mundo y propicien el aprendizaje accidental es fundamental para que las bases de la lectoescritura se asienten correctamente. 

Por último, no olvidemos la importancia de la alfabetización. No tomemos esta habilidad como algo natural que se va dando solo, que se “activa” en determinado momento, más o menos un poco antes o un poco después de iniciar la escuela primaria. Hay un trabajo detrás de ella que depende de quienes somos parte del entorno de los niños, pero no todos ellos cuentan con una red de contención y/o la posibilidad de que se los incentive y estimule para que desarrollen las habilidades necesarias para la alfabetización. Reparemos en cuán necesario e indispensable es que este derecho se cumpla para todos por igual, cuánto más enriquecedora pueden ser la vida en sociedad y la cultura si logramos la meta de que haya cada vez más personas alfabetizadas.






Por Daiana Vaquero Vega para Proyecto Pura Vida

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