lunes, 23 de octubre de 2017

Derecho a la Identidad




Las Abuelas de Plaza de Mayo son un ícono revolucionario de nuestro país. Cada 22 de Octubre se homenajea su constante lucha por encontrar a hijos y nietos desaparecidos durante la última dictadura, aludiendo a uno de los derechos más importantes que tenemos los seres humanos: el derecho a la identidad. 


Un 22 de octubre se conformaron Las Abuelas de Plaza de Mayo. Fue en 1977, cuando todavía nos encontrábamos en dictadura y ellas tan sólo eran doce mujeres. Madres, abuelas, tías, amigas, que habían perdido a sus seres queridos, que tenían hijos desaparecidos y nietos por nacer en cautiverio. En aquel entonces, todavía nos encontrábamos bajo el régimen militar y quedarían muchos años más hasta la vuelta de la democracia. Ellas fueron las valientes que conformaron una de las organizaciones más revolucionarias de Argentina, en una de las épocas más oscuras de nuestra historia. 


Reclamaban la aparición de sus hijos y de sus nietos ilegalmente apropiados, que habían perdido el derecho de conocer su verdadera identidad. Cada uno de nosotros merece saber quién es, de dónde viene y cuál es su historia. 


La familia no es necesariamente genética, los lazos y afectos se construyen, crean y mantienen ¿Pero qué pasa cuando se basan en una mentira? La expropiación de la identidad es una violación a una verdad clave para cada ser humano. Desde el nacimiento, nos corresponde tener una identidad que incluye el nombre, el apellido, la fecha de nacimiento, el sexo y la nacionalidad. Esto es una prueba de la existencia de una persona como parte de una sociedad, lo caracteriza y lo hace diferente a todos los demás. 
Las Abuelas trabajan en cuatro niveles: reclamos y propuestas ante los organismos gubernamentales nacionales e internacionales, denuncias y presentaciones ante la Justicia, acciones destinadas a involucrar a la sociedad e investigaciones propias. Comunicarse con ellas es totalmente confidencial y se puede realizar vía web, teléfono o en su sede de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
En la actualidad, los nietos recuperados son 121. La lucha continúa y a ella se suman todas las personas que quieran colaborar. Hoy es un día para recordar que lo más propio que tenemos es nuestra identidad y desde el primer minuto que pasamos en este mundo, es un derecho. 





Por Natalia Stanchi para Proyecto Pura Vida

jueves, 19 de octubre de 2017

Taller de noviazgo sin violencia




De acuerdo con estadísticas brindadas por el Ministerio de Desarrollo Social de nuestro país, entre enero de 2016 y enero de este año 73 mujeres de entre 18 y 25 años fueron asesinadas a nivel nacional. 73 mujeres muertas en el curso de doce meses. El promedio escalofriante es de 6 mujeres asesinadas por mes. 6 femicidios por mes. Según datos aportados por el Observatorio de Femicidios en Argentina, que depende de la Asociación Civil La Casa del Encuentro, en 23 de estos casos los culpables son hombres que estaban en pareja con la víctima, y en otros 17 los responsables son hombres que alguna vez estuvieron afectivamente vinculados con ellas. En 2016, el 15% de los llamados que recibió el Consejo Nacional de Mujeres en la línea 144 fue hecho por jóvenes.

Este 21 de octubre el Centro Cultural El Rumbo brindará un taller para preadolescentes con el objetivo de educar y concientizar sobre relaciones sanas sin violencia física ni psicológica y promover una actitud crítica de los vínculos afectivos. Los ejes principales serán la desnaturalización de los estereotipos de género y la identificación de una relación saludable. Los chicos y chicas de entre 10 y 19 años que asistan participarán de actividades para aprender a identificar señales de alerta en una relación violenta. Además, aprenderán acerca de la naturalización de la violencia de género que hay en nuestra sociedad y la problemática que esto representa. 

Este primer taller busca una participación activa de los chicos y chicas que asistan, por lo cual las actividades que se llevarán a cabo serán de reflexión a partir de frases y fragmentos de canciones. Un segundo taller, programado para el mes de noviembre, continuará con esta propuesta a partir de material audiovisual como disparador de las actividades. 

Ambas actividades son libres y gratuitas y forman parte de la labora que el Centro Cultural El Rumbo- que es un espacio comunitario, popular, independiente y autogestionado- realiza con la misión de ayudar a transformar la sociedad desde lo colectivo, el arte, la educación, la cultura y la inclusión. La actividad será coordinada por Jimena López, abogada y traductora pública especializada en derecho penal y traducciones jurídicas con perspectiva de género, y Adriana Ferreyra, profesora de nivel primario en la escuela Normal Superior N° 4 con una especialización en educación por el arte del Instituto Vocacional de Arte (IVA) y literatura infantil en el Instituto Summa. Jimena integra el Observatorio de Géneros y Políticas Públicas de la Ciudad de Buenos Aires y Adriana estudia artes audiovisuales en la Escuela de Bellas Artes Manuel Belgrano e integra un programa de inclusión en el área socioeducativa. Estas dos jóvenes profesionales son miembros activos del Centro Cultural El Rumbo. 

Las puertas de El Rumbo estarán abiertas este sábado desde las 15 para recibir a los chicos y chicas que deseen formar parte de este primer encuentro para educar sobre y prevenir la violencia en las relaciones, en la sede de Vertiz 4721 en Villa Insuperable.


Por Daiana Vaquero Vega para Proyecto Pura Vida


Cáncer de mama: Derribando Mitos y Visibilizando Información



Ninguna escapa a la posibilidad. A todas nos puede ocurrir. Más de 5.500 mujeres mueren al año en Argentina a causa del cáncer de mama. La detección temprana es fundamental, ya que los tumores en su etapa inicial tienen hasta el 90% de probabilidades de curación. Estar informados es primordial para prevenir. Y para eso, te invito a derribar 10 mitos, para informar:
  • Si no tengo antecedentes familiares no tendré cáncer. El Ministerio de Salud de la Nación explica que si bien la predisposición hereditaria es uno de los principales factores de riesgo, más 80% de las mujeres afectadas por cáncer de mama no tiene antecedentes familiares.
  • Si mis antecedentes familiares provienen de la rama paterna, no tendré cáncer de mama. Esto es falso, todos los antecedentes son igualmente importantes. Además agrego un dato curioso: ¿sabías que el 1% de los cánceres de mama se presenta en hombres.

  • Tener los pechos pequeños hace ser menos propensa al cáncer de mama. El tamaño de las mamas no tiene relación con la probabilidad de tener cáncer.
  • Los corpiños con aro y/o dormir con el corpiño, dificultan la circulación sanguínea y pueden desencadenar en cáncer.  No existe relación alguna entre la ropa interior y el riesgo de desarrollar la enfermedad. Sólo es aconsejable utilizar un corpiño que no ajuste demasiado ni comprima los pechos porque esto puede provocar dolores en las mamas o marcas en la piel.
  • La ingesta de anticonceptivos favorece la aparición de cáncer de mama. No hay una evidencia científica que demuestra que los anticonceptivos orales producen cáncer de mama. Tampoco que los antitranspirantes contribuyan al desarrollo de la enfermedad. Ni los anticonceptivos ni los antitranspirantes generan problemas de salud (a excepción de reacciones alérgicas en las personas muy sensibles).
  • Tener hijos y amamantarlos es una protección segura contra el cáncer de mama. Es cierto que tener hijos y amamantarlos antes de los 30 años de edad reduce el riesgo, pero no por ello es una garantía contra el cáncer de mama.
  • Remedios de hierbas y suplementos nutricionales pueden ayudar a curar el cáncer de mama. No hay ningún estudio científico que pruebe que los remedios de hierbas o suplementos nutricionales ayuden a curar el cáncer de mama.
  • Comer pollo aumenta el riesgo de tener cáncer de mama. Existe la creencia de que a los pollos se les inyectan hormonas para que logren un mayor crecimiento en menor tiempo. El Ministerio de Salud informa que los pollos no cuentan con ninguna sobrecarga hormonal, y además es una carne blanca por lo que DEBE incluirse en toda dieta equilibrada.
  • Las mamografías son dolorosas. Son las mamografías cómodas? No. Pero no producen un dolor insoportable, y la mayoría de las mujeres confirmarían lo mismo. Si producen dolor, hablar con el médico.
  • Tengo un nódulo en la mama. ¿Es cáncer?. La mayoría de los nódulos en la mama NO son cáncer. Pero como también puede ser una forma de presentación de la enfermedad, todo nódulo u otro síntoma que aparezca en la mama debe llevarla a la consulta médica sin demora
Prevención!!!

Todas las mujeres tienen derecho a un examen mamario en centros de salud y hospitales de acceso gratuito. Estas son recomendaciones para que tomes como hábito:
  • Realización de mamografía cada un año entre los 50 y los 70 años
  • Hábitos de vida saludables, como el ejercicio físico y una alimentación sana
  • Examen clínico de las mamas: lo realiza el médico que observa y palpa las mamas de la paciente en busca de nódulos u otras alteraciones. Todas las mujeres deben realizarse este tipo de examen a partir de los 20 años
¡Hacete mensualmente el autoexamen!

En el día de la #LuchaContraElCancerDeMama compartí vos también esta nota con tus contactos. Todos juntos, contra el cáncer de mama.

¿Consultas? Llamá al 0800-SALUD-RESPONDE


Por Noyu Vega @nOyuVega para Proyecto Pura Vida


martes, 17 de octubre de 2017

17 de octubre: Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza




Desde 1987, el Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza, celebrado el 17 de Octubre, permite a la sociedad escuchar la voz de las personas que viven en situación de precariedad y extrema pobreza, y les permite compromete con la lucha para erradicarla.

«En un mundo caracterizado por un nivel sin precedentes de desarrollo económico, medios tecnológicos y recursos financieros, es un escándalo moral que millones de personas vivan en la extrema pobreza», tal y como se asegura en el prefacio sobre Los Principios Rectores sobre la Extrema Pobreza y los Derechos Humanos.

La pobreza no es solo una cuestión económica. Por ese motivo, debemos dejar de observarla exclusivamente como una falta de ingresos. Se trata de un fenómeno multidimensional que comprende, además, la falta de las capacidades básicas para vivir con dignidad. La pobreza es en sí misma un problema de derechos humanos urgente y es a la vez causa y consecuencia de violaciones de los derechos humanos, pues se caracteriza por vulneraciones múltiples e interconexas de los derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales, y las personas que viven en ella se ven expuestas regularmente a la denegación de su dignidad e igualdad.

El 17 de Octubre de 1987, Joseph Wresinski invitó a cien mil personas de toda procedencia a conmemorar juntos el primer Día Mundial del Rechazo a la Miseria en la plaza de los Derechos Humanos y de las Libertades, en París, lugar donde en 1948 se firmó la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Más tarde, en 1992 la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró el 17 de Octubre "Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza". Desde entonces, gobiernos, autoridades locales, miembros de la sociedad civil y del sector privado han reconocido la importancia de este día, gracias a ello el 17 de Octubre se ha convertido en una reunión crucial para un creciente número de ciudadanos de todos los orígenes y de todo tipo de organizaciones que trabajan activamente para la erradicación de la extrema pobreza.

El tema del Día Internacional para la erradicación de la pobreza de este año es “Construir un futuro sostenible: unámonos para poner fin a la pobreza y la discriminación”. Su objetivo es lograr una verdadera alianza mundial entre países desarrollados y en desarrollo en la lucha contra esta problemática social. Con este lema, se reconoce y se subraya el reto exigente de identificar y asegurar la participación de las personas que viven en condiciones de pobreza y exclusión social. 

Este día debería dar cuenta de los compromisos y contribuciones de las personas que rechazan las desigualdades cotidianamente. La toma de palabra y el testimonio de estas personas son una parte esencial de toda concentración e iniciativa. La palabra de cada participante debe ser bien identificada y tomada en cuenta con el mismo valor.





Por Catalina Flynn para Proyecto Pura Vida

jueves, 12 de octubre de 2017

Concientización sobre la violencia doméstica

Uno de los primeros pasos para luchar contra la violencia doméstica es comprender esencialmente qué es. En la mayoría de los casos, la víctima no reacciona ya que no identifica que está siendo agredida o maltratada y por ello es importante concientizar sobre la problemática.

Violencia doméstica no es únicamente la violencia física, sino también psicológica y verbal. Desafortunadamente, éstos últimos tipos son los que menos huellas dejan y tal vez los más difíciles de detectar, tanto para la víctima como para quienes lo rodean.

El maltrato y abuso en los hogares existió desde antaño. Lentamente, nuestra cultura fue comprendiendo que la violencia en los hogares es insana y psicológicamente brutal. Sin embargo, falta mucho camino por recorrer y todavía sigue ocurriendo por todo el mundo. Tal vez una de las principales razones sea la ignorancia: de la víctima, del victimario, del propio entorno que elige callar. Esto es justamente lo que permite que la violencia reine en un hogar, callar. Cuando no hay reacción, no hay denuncia, no hay ayuda de ningún tipo, el ambiente hostil continúa sin fin.

Que la víctima hable puede ser complejo y doloroso, por eso es crucial que su entorno también hable por ella. Ante alguna situación de violencia los que pueden jugar un rol fundamental son los compañeros de trabajo, amigos, familiares, maestros o vecinos.
Todos sabemos que no es algo que debe ser aceptado, pero ¿realmente nos involucramos si conocemos que sucede? Octubre es un mes para comprender profundamente que ninguna mujer, ningún hombre y ningún niño deberían sufrir violencia doméstica. Muy despacio, nuestra cultura se acomoda y debemos seguir construyéndola para que en futuro, en todos los hogares haya únicamente paz.

lunes, 9 de octubre de 2017

Donar un riñón, donar vida, donar EN VIDA

La Historia de Nilda y Carolina podría ser tu historia



“¿Tenés los dos riñones? ¿Sos CERO NEGATIVO? ¡Mirá que ando con un bisturí en la cartera” me dice Nilda, la mamá de Carolina, en broma. Pero detrás del chiste hay una realidad durísima. Nilda es una compañera mía de trabajo, y tiene una sonrisa hermosa y unos abrazos que dicen (en silencio) que todo va a estar bien. Su hija Carolina tuvo un trasplante de riñón hace cuatro años y su mamá fue la donante. Caro fue mamá en 2016, pero su riñón no acompañó ese acto inmenso de amor, y hoy funciona cada vez menos: se dializa tres veces por semana y cada vez son más los recaudos que tiene que tener para cuidar su salud.

Cuando sobreviene un trastorno importante que afecta el desempeño de algún órgano vital (como lo es el riñón), es necesario un trasplante que permita sustituir las funciones del órgano dañado. Y ese órgano nuevo puede demorar días, meses y hasta años. Pero por suerte, Carolina tenía a su mamá, que le donó el riñón que le permitió ser madre, (y a Nilda le dio una nieta hermosa) pero que ya pide recambio.

¿Y sabés qué? Nilda me contó algo que no sabía: cualquiera puede donar un riñón en vida y puede tener una vida perfectamente saludable con un sólo riñón. En Argentina no se permitía la donación entre personas vivas no relacionadas con el fin de evitar la posible venta de órganos entre desconocidos. Pero ya hubo varios antecedentes, donde mediante petición judicial, se lograron hacer los trasplantes: el primer caso fue el de Sandra Mihanovich con su ahijada, Sonsoles. Sandra fue la madrina de nacimiento de Sonsoles, y ése fue uno de los argumentos que aceptó el juez para hacer lugar al pedido y que autorizara la donación del órgano.

Nilda, que además es abogada, me explicó que Sandra “tuvo que hacer una presentación judicial para que pudiera DAR. Hoy existe el trasplante cruzado, también por presentación judicial. Estos casos van dejando precedentes, jurisprudencia para los que seguimos.”
Yo insistí: “Pero si yo quiero donarle mi riñón a tu hija, ¿puedo?”. La respuesta fue afirmativa, ahora ya hay jurisprudencia.

Según INCUCAI, en la lista de espera hay casi 8 mil personas. Todos, cualquiera de nosotros, puede llegar a necesitar un trasplante. A cualquiera le puede suceder que pierda la capacidad habitual que tienen los órganos de realizar funciones básicas para la vida. No somos inmortales, no somos eternos, no somos infinitos. Y es una decisión la que puede cambiar la historia (que tal vez sea tu historia). Animarse, conversar, tomar ese impulso para dar vida.

El 15% de los trasplantes del riñón son de donantes vivos, el otro 85% son de donantes fallecidos.
Pero esto puede cambiar, podemos aumentar (aunque sea de a poco), el número de donantes vivos. Terminando de escribir esta nota, para sembrar la semillita, para que comencemos a hablar de esto, para lograr - aunque sea- que tengas más conocimiento sobre el tema, me llegó un mensaje de Nilda. Descargué la imagen y era una foto de Carolina, su hija, dializando. Estaba junto a otra compañera, Alejandra, que necesita trasplante de hígado y de intestinos. “Doloridas, y siempre pisando en el borde de la cornisa, aguardan que aparezca un donante. Ambas están en lista de espera, Alejandra en los primeros puestos. No tenemos campañas suficientes para que se tome conciencia de la importancia de donar. Perdón que los moleste pero necesitamos ayuda para ellas y para todas las personas que necesitan un trasplante para seguir viviendo”.

Ella me pidió perdón por molestar. Y yo, le pido perdón por no ser CERO NEGATIVO y no poder ser donante de su hija. La donación de órganos es un acto de amor increíble, y fundamental para seguir viviendo. Es un compromiso que va más allá de la vida. Y por eso es necesario que lo difundas, que lo charles con tu familia y tus seres queridos, que compartas esta nota...Te doy las gracias de antemano, y te transmito la gratitud de Nilda, de Caro, de Alejandra y de todas las personas que esperan un transplante.

Si querés ser donante, podés contactarte con el INCUCAI de forma gratuita desde cualquier lugar del país al 0800 555 4628 o bien enviar un correo electrónico a contacto@incucai.gov.ar.


viernes, 6 de octubre de 2017

Ansiedad en Primera Persona




Todos nos hemos sentido un poco ansiosos o preocupados alguna vez: mientras estudiamos para un examen, en los días previos a un evento importante, cuando estamos a la espera de recibir alguna noticia, sea buena o mala. Esto es totalmente normal, y estoy segura de que nadie dirá que es ajeno a ello. No representa un problema sentir nervios una semana antes de rendir un parcial, o mirar el reloj y sentir que avanza demasiado despacio cuando estamos tachando las horas que faltan para partir rumbo al aeropuerto y tomar un avión con destino a nuestras vacaciones soñadas. El problema aparece cuando la ansiedad y la preocupación se vuelven constantes y trastornan, modifican y hasta ponen impedimentos en nuestro ritmo y estilo de vida.

El trastorno de ansiedad generalizada se caracteriza por un sentimiento de preocupación constante y frecuente sin razón o motivo aparentes durante un período mayor a seis meses. Algunos de los síntomas que se presentan son ataques de pánico, fobias, miedo a una situación particular (a tal punto que se convierte en una obsesión), preocupación crónica y exagerada, agitación, tensión, problemas para conciliar el sueño e irritabilidad, por nombrar sólo los más comunes. También se manifiesta físicamente: dolores de cabeza (migrañas o jaquecas, incluso) , mareos, náuseas, pérdida o incremento desmedido del apetito, alteraciones en el peso, dolor muscular. Esto, por supuesto, puede llevar a otros trastornos. En mi caso personal, al igual que muchas otras personas, como consecuencia de mi ansiedad generalizada sufro de trastorno depresivo mayor. 

El trastorno depresivo mayor es otro trastorno del estado de ánimo. Es invasivo, es persistente, y rara vez se va sin ayuda de terapia y medicación. No se trata de estar triste un rato, unos días, o un tiempo porque nos ha pasado algo malo o que nos ha herido emocionalmente. Escribo esto desde mi experiencia como paciente (no tengo conocimiento médico más que el que he ido adquiriendo a lo largo de mi tratamiento): la depresión va más allá de sentirse desanimado porque nos fue mal en un examen, porque terminamos una relación o porque no nos llamaron para la entrevista de trabajo que tanto nos interesaba. Si bien todas esas situaciones pueden ser disparadores, la depresión involucra baja autoestima, pérdida de interés en cosas que antes nos gustaban y que amábamos hacer, apatía, imposibilidad de llevar a cabo tareas o proyectos que antes no representaban ninguna dificultad para nosotros y que incluso nos hubieran entusiasmado. El deseo de encerrarse en sí mismo, apartarse de los demás y pasar horas enteras recostados haciendo absolutamente nada comienzan a tomar posesión sobre nosotros. Y de repente nos encontramos presos de nuestra propia cabeza, que no para de ‘disparar’ municiones en forma de pensamientos negativos sobre nuestra imagen, nuestro entorno, nuestras relaciones interpersonales, nuestros sueños, ideas y ambiciones. Todo eso queda relegado a un segundo lugar.

La preocupación, la ansiedad, la tristeza y el desgano tejen una telaraña y nosotros quedamos del lado de adentro. Le contamos a otros lo que nos pasa, por qué estamos preocupados hasta el punto de mordernos las uñas (o, en mi caso, arrancarme la piel de labios y dedos compulsivamente), vomitar, no dormir o tener dolor en el pecho y la sensación de peligro inminente (porque se siente así: como si una fatalidad estuviera a punto de descender sobre nosotros). Y nos damos cuenta de que este problema que para nosotros es gigante y nos tortura a ellos les parece algo normal, o algo de fácil resolución. Yo he tenido ataques de ansiedad y pánico por cosas sencillas como ir a hacer un trámite, llamar por teléfono a un lugar para hacer una consulta, viajar por primera vez en una línea de colectivo que nunca antes tomamos. Cuando la situación eventualmente se resuelve o eso malo que pensábamos (que estábamos seguros) que iba a pasar finalmente no pasa, el alivio que viene, el ‘te dije que no era para tanto’, de familiares y amigos es pasajero e insaboro: nosotros ya estamos acorralados en una esquina de nuestra cabeza preguntándonos cuál será el próximo problema y qué dificultades nos deparará el día siguiente. Racionalmente yo soy (y antes de empezar a tomar medicación hace dos años también lo era) consciente de que la preocupación que tengo no me va a ‘comer’ como el lobo a Caperucita, que lo que me tortura no es tan terrible, que la solución es fácil y que si no hay solución la consecuencia no va a ser la muerte. Pero mi cuerpo no lo entiende y reacciona a todo como si se trata de una amenaza.

Cuento esto desde cómo yo lo viví. Estoy segura de que otras personas tendrán cosas diferentes para contar. Días enteros de mi vida los he pasado preocupada, descompuesta y angustiada por situaciones que tuvieron solución, que no eran tan graves, o cuyas consecuencias no desembocaban directamente en lo peor que iba a pasarme en la vida. En su libro autobiográfico, la comediante Tina Fey cuenta que antes de salir a escena siempre piensa que si el público no se ríe, si se equivoca en la letra o si algo sale mal durante la función, igualmente al final ella va a seguir estando viva. Siempre me gustó ese pensamiento: no importa qué tan mal salga esto que te da ansiedad o miedo, cuando se termine vas a seguir estando vivo. Es una frase que me repito mucho cuando algo me genera tanto pánico que pienso que no hay forma posible de que yo salga ilesa de esa situación.

Muchas veces también me he preguntado por qué tengo trastorno de ansiedad y trastorno depresivo mayor si nunca he vivido una experiencia traumática que lo desencadenara. De hecho, siempre me he preguntado por qué siento que toda la vida tuve ansiedad y depresión, incluso cuando estaba en el jardín de infantes y me daban miedo situaciones que otros compañeritos encontraban normales. O cuando a los 9 años tenía ataques de llanto si mi mamá se demoraba en llegar del trabajo; no importaba que la señora que me cuidaba me explicara que había cortes, o paro de subte, o una manifestación: en mi cabeza se había instalado la idea de que mi mamá no iba a volver, el miedo obsesivo a que si no escuchaba el ruido de la llave en la puerta a las dos en punto significaba que algo terrible había pasado. O cuando a los 12 años pasé tres días sin querer comer y sin querer subir o bajar las escaleras o tocar algún aparato eléctrico o ir al baño porque se me había metido en la cabeza el pensamiento obsesivo de que me iba a morir (fue después de ese episodio que mis padres buscaron ayuda profesional para mi y empecé el primero de trece largos años de tratamiento psicológico). No me conozco sin ansiedad y preocupación, y nadie que me conozca podría hablar de mí sin utilizar la palabra “ansiosa” o “exagerada en cuanto a sus temores”. 

Los profesionales de la salud que investigan estos temas coinciden en que hay un factor hereditario involucrado. En mi caso yo sé que es así, y mi psiquiatra está de acuerdo. Toda la rama de mi familia materna (madre, tía y abuela incluidas) tienen depresión y están en tratamiento. Hace poco mi padre fue diagnosticado con depresión y trastorno de ansiedad y comenzó su tratamiento (el chiste recurrente en mi casa es que como todos tomamos medicación psiquiátrica en vez de tener golosinas en una caramelera tenemos drogas prescriptas). Mi abuelo y tío abuelo maternos se suicidaron porque tenían trastorno bipolar. Es una cuestión genética: las sustancias que mi cuerpo no produce las cantidades correctas de las sustancias reguladoras del estado de ánimo. Produce mucho de algunas y poco de otras. Por eso tomo medicación que le da un empujoncito y lo ayuda a realizar la tarea, compensando lo que falta y anulando los efectos del excedente. 

Cuando empecé a tomar la medicación en 2015, llevaba diez años de terapia psicológica con una profesional que no estaba de acuerdo con que yo viera a una psiquiatra y pensaba que yo era capaz de manejar mis propios miedos e inseguridades desde el espacio brindado por el psicoanálisis. Durante mucho tiempo yo también creí eso, pero 2015 fue un año en el que la ansiedad y la depresión estaban impidiendo que disfrutara de mi trabajo, de mis amistades y de la vida cotidiana. Los episodios eran cada vez peores, cada vez más frecuentes, y literalmente no tenía paz mental. Fui a la psiquiatra por decisión propia y acompañada por mi mamá después de pasar una semana entera llorando y tirada en la cama sin querer hacer nada porque tenía conjuntivitis y no podía ir a trabajar, y estaba aterrorizada de que me echaran al regresar a mi puesto con el alta médica (nada más alejado de la realidad). La psicóloga no estaba de acuerdo, pero yo entendí en ese momento que había cosas que yo podía decidir, y consultar a una psiquiatra para acompañar con medicación la terapia era una de ellas. 

Por supuesto que las pastillas no son la solución mágica. Hay mucho conductual detrás de la depresión y la ansiedad, y a veces tengo episodios o me encuentro ante situaciones que no logro manejar con la misma facilidad que lo harían otros. Pero puedo decir que he mejorado. Costó. Cuesta adaptarse a la idea de que tenés que tomar una medicación todas las mañanas a la misma hora (y tiene que ser a la misma hora, porque al menos en mi caso la abstinencia de la droga que tomo es terrible y me descompongo si pasado un rato no tomé la dosis) para salir a trabajar, a estudiar, a vivir con las mismas aptitudes que hacen funcionales a los otros que vos mirás (a veces con algo de envidia) y te preguntás cómo hacen para no vivir con miedo a todas las posibles cosas que pueden salir mal. Cuesta hacerse a la idea de que por el resto de tu vida vas a tener que depender de químicos para regular el funcionamiento de tu cerebro (por decirlo burdamente).

Cuesta, pero no es imposible, y el resultado vale la pena. Ahora ya no me da miedo salir a la calle sola, tomar un medio de transporte con el que no estoy familiarizada, ir a lugares nuevos, conocer gente nueva. No me genera estrés o angustia o síntomas físicos si me equivoco en algo en el trabajo, si me olvido de avisarle algo a mis jefes o a mis compañeras. Entiendo que estas cosas pueden pasarnos a todos y que no me van a echar por un error mínimo. Ya no me torturo pensando qué pude haber hecho mal si una amiga tarda en responderme un mensaje. Ya no me obsesiono con cosas a las que los demás no le tienen miedo. Es una lucha diaria de todos modos porque la medicación no erradica absolutamente todo, pues hay cosas que, como ya dije antes, tienen que ver con la conducta o con cómo es uno. La medicación no te convierte en un robot perfecto al que no le preocupa nada, sin sentimientos y sin posibilidad de sentir ansiedad o temor. Claramente sigo teniendo ansiedad o temor ante cosas que lo ameritan, como rendir un final en la facultad, o cuando estoy preocupada por la salud de un ser querido. Pero ya no me paralizan cosas que para el resto son comunes y fáciles de manejar. Ya no veo monstruos y amenazas en todos lados.

La primera vez que fui a la farmacia con la receta de los medicamentos me acompañó mi mamá. El farmacéutico la conoce hace años, pues desde 1998 ella le compra los medicamentos que le indica su psiquiatra. Le dimos la receta con mis datos y él no pareció sorprendido para nada de que fueran para mí y no para mi mamá. También en esa farmacia de barrio atendida por su dueño compran desde hace casi veinte años mi tía y mi abuela. Cuando salimos le comenté a mi mamá que el farmacéutico no se había sorprendido de que otro miembro de esta familia necesite tratamiento psiquiátrico. Mi mamá me dijo “es un tratamiento como cualquier otro prescripto para personas con algo crónico, la finalidad es mejorar tu calidad de vida”. 

Tenía razón.




Por Daiana Vaquero Vega para Proyecto Pura Vida