¿Qué quiere un niño para el Día del Niño? Como padres,
buscamos en cualquier rincón de cualquier tienda, según las preferencias de los
hijos, que nos de un objeto que los haga sonreír.
¿Y qué los hace sonreír? A algunos, les basta con ir a jugar
a la plaza, con una reunión con amigos, ir al cine o que les regalen un libro.
Pero esta no es la realidad de todos. Algunos niños no
pueden ir al parque porque no hay rampas por las que puedan subir ni juegos
adaptados para su movilidad. Otros no pueden ir al cine porque las películas no
están subtituladas. Y otros no pueden leer libros porque no están en braille.
Los regalos no son todo cuando las necesidades básicas no
son cumplidas, y hoy, en este Día del Niño, deberíamos entender esto más que
nunca.
Según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC),
el 10,2% de la población argentina sufre algún tipo de discapacidad, es decir,
una limitación en la actividad y restricción en la participación.
Vivimos en una realidad donde la discapacidad parece ser
mala palabra, y cuando no, inexistente. Según estadísticas de la Fundación Adecco, 6 de cada 10 encuestados cree que debe existir la plena inclusión de
las personas con discapacidad... pero que hay asuntos más importantes a tratar
antes. No solo esto, sino que el 43% de las personas se siente incómoda al
relacionarse con personas con alguna discapacidad. Es que todo sería más fácil
así, ¿No? Siendo todos “normales”.
Pero lo cierto es que no hay normalidad y anormalidad. Todos
somos personas diferentes con capacidades diferentes. Porque la discapacidad en
su nomenclatura no es una realidad, sino que es una figura creada por el
ambiente.
Ser una persona sorda no sería difícil si el lenguaje de
señas se enseñara en todos los colegios. Utilizar silla de ruedas no sería difícil
si hubiera rampas de acceso y ascensores en todas las casas y edificios. Una vez sorteadas estas dificultades, la discapacidad pasa de ser
un problema a una simple condición.
Esto no solo se refleja en las estructuras o en los ámbitos
del entretenimiento, lugares que ya desde niños deberían ser de fácil acceso
para permitirnos tener una buena infancia. Debemos plantearnos también qué futuro estamos construyendo
para los niños.
Cuando hablamos de trabajo, la mayor parte de los
profesionales nunca tuvieron compañeros con algún tipo de discapacidad en los
ámbitos laborales. El 65% de las personas con discapacidad en edad laboral no
tiene empleo y tampoco lo buscan, porque ante la falta de inclusión,
construimos la reclusión de un grupo de personas, al punto tal que ni siquiera
consideran que pueden ser integrados.
Esto también ocurre en las relaciones sociales, ya que el
88% de las personas expresan que no tienen allegados ni amigos que posean
alguna discapacidad. El 63% afirma que siente incomodidad ante las personas con
discapacidad por miedo a decir algo que pueda incomodarlas. De esta forma, los
estereotipos comunes se refuerzan, ya que un círculo de la sociedad está
excluido y aislado de la realidad que conocemos, lo que genera en otros
actitudes discriminatorias inconscientes.
Queda mucho trabajo por hacer y muchas mentes por cambiar,
pero el primer paso para lograrlo es concientizar, romper nuestros estereotipos
y lograr inclusión en los lugares que menos pensamos.
Quizás, para este Día del Niño, deberíamos enfocarnos en
cómo mejorar el mundo de muchos y cómo lograr que los niños no solo tengan un
buen presente, sino que puedan soñar con un futuro que sea alcanzable para su
realidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario