Hace más de veinte años el 26 de agosto se transformó en el
Día de la Solidaridad. Se conmemora, únicamente en Argentina, en homenaje al
nacimiento de la Madre Teresa de Calcuta, una de las mujeres más influyentes y
solidarias de la historia.
La conmemoración internacional se da tan sólo unos días
después, el 31 de agosto, siendo éste el día que la ONU reconoció a la
solidaridad como un valor esencial para las reacciones internacionales. El
octavo mes del calendario levanta la bandera del altruismo en lo más alto y nos
invita a reflexionar una vez más sobre la importancia de participar en la
construcción de una sociedad más igualitaria.
Compartir, empatizar, donar objetos o comida con generosidad,
contribuir económicamente con una organización, cuidar el medio ambiente u
ofrecer tiempo como voluntario son tan sólo algunas posibilidades dentro de una
infinita lista de acciones solidarias que se pueden realizar. La acción no
necesariamente debe ser inmensa, pero el recibimiento si lo será.
La solidaridad, incluso en su definición de diccionario,
implica brindar ayuda sobre todo en momentos comprometidos o difíciles. Esos
momentos no tienen por qué ser necesariamente situaciones de extrema necesidad,
sino que pueden reflejarse en las pequeñas necesidades aisladas de una persona.
Ayudar a cruzar la calle, ceder el asiento de un colectivo o priorizar a una
embaraza o adulto mayor también son pequeñas acciones con tintes solidarios que
consisten en colaborar con un otro sin esperar algo a cambio.
Además, es un valor completamente recíproco. El altruismo, a
pesar de tratarse justamente de brindar ayuda de forma desinteresada, sigue
beneficiando a quien decide ser solidario. En un estudio de la Universidad
Complutense de Madrid, titulado 'La felicidad y la percepción de la salud',
arrojó como una de sus conclusiones que "la solidaridad nos hace más
felices, desde el altruismo". El profesor Josep María Serra Grabulosa
aseguró que "Aunque uno a nivel
individual piense que está haciendo poca cosa, está contribuyendo al bienestar
de las personas y eso es algo que se distribuye y acaba construyendo una
sociedad más solidaria y, por tanto, más feliz".
Se trata de un valor que es capaz de romper cualquier tipo
de barreras: sociales, culturales, políticas y hasta religiosas. El imaginario
colectivo supone que "ser solidario" no es para cualquiera, que se
requiere tiempo o un status social determinado, y eso es erróneo. Sin importar
el contexto total de una persona, siempre, pero siempre, habrá un otro que
necesita algo que uno puede ofrecer.
Comprender la importancia que tiene no sólo a nivel
individual sino colectivo, permitirá la construcción de una sociedad más justa
e igualitaria. Es fundamental poder desarrollarla y fomentarla incluso desde la
infancia con pequeñas acciones para que se transforme en una cotidianidad en la
adultez.
Agosto es un mes que nos invita a comprender la importancia
que pueden tener pequeñas acciones y a reflexionar qué pasaría si la sociedad
fuera más comprometida y altruista. La energía que se deposite en realizar
acciones solidarias conforma la usina de un futuro equitativo e igualitario.
Por Nati Stanchi para Proyecto Pura Vida.
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