Después de un día agotador de trabajo, tome el colectivo mientras sonaba la música en mis oídos. Me detuve a observar una de esas escenas que constantemente pasan ante nosotros y muchas veces no registramos.
Un nene de aproximadamente 2 años miraba con asombro a dos hombres en moto que se detuvieron delante el colectivo y en una milésima de segundo, comencé a sonreír al dejarme cautivar por la sonrisa de ese nene. Lo vi radiante, lleno de magia y feliz al descubrir que lo que alguna vez vio en un libro, se hallaba frente a sus ojos.
El niño comenzó a saludar a los motoqueros y ellos se devolvieron el saludo.
Entre los protagonistas de esta escena urbana, existió una complicidad silenciosa y yo pude ser testigo hasta que el semáforo cambio su luz a verde.
Por Melisa Gabbanelli
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