Con el correr de los años la palabra “crisis de la educación” se ha hecho presente en cada uno de los puntos y debates políticos. La opinión pública habla de ello ante cada nuevo fracaso de estudiantes en los exámenes de admisión o ante el retroceso de los estándares educativos que año a año son medidos por los evaluadores internacionales.
Además se ha instalado en las charlas de café, en la sobremesa
de las familias y en las discusiones de personas de todas las edades.
Entonces, si todos están discutiendo y hablando de lo mismo; ¿eso
quiere decir que estamos en camino de encontrar la respuesta?
Posiblemente no. Siempre el punto cuando hablamos de la crisis
educativa es la falta de fondos, los malos sueldos y los recortes.
Eso sin duda es importante ya que sin fondos la escuela no puede
funcionar. Pero, si la cantidad de dinero aumentase ¿Podríamos
dirigirlo de una manera que signifique el correcto desarrollo de las
potencialidades del niño? ¿O sólo haríamos más de lo mismo?
Hoy en día los chicos parecen estar desinteresados por muchas
materias, entre ellas la que tratan temas literarios, filosóficos e
históricos. Sin embargo, no son las universidades de ciencias
exactas las que se llenan. Entonces, ¿A los alumnos no le gustan
ninguna materia? ¿Hay un desinterés general? ¿No quieren progresar
y desarrollarse?. Las respuestas pocos alentadoras de estas preguntas
no puede ser una coincidencia. Interpretar que todos los alumnos hoy
en día son vagos que no tienen ganas de progresar no es racional.
Para poder solucionar este problema, que parece enigmático, hay que
preguntarse ¿Por qué les falta motivación a los alumnos hoy en
día?
Los chicos, repiten, olvidan, ignoran o simplemente
no prestan atención. Y, además, se piensa que es su culpa. No
estamos diciendo con esto que estudiar tiene que ser algo relajante.
Sino queremos enfatizar que debería ser un esfuerzo que se pueda
realizar de manera normal y concentrada (como un entrenamiento de
fútbol, como un ensayo de danza) Y sólo es posible que eso se logre
si lo que el chico está estudiando se conecta a algo que va más
allá de lo que estudia de memoria. ¿Entonces qué sucede? Los
chicos no
estudian de
manera consciente,
solamente se
limitan a
repetir conceptos
vacíos. Sólo
son enciclopedias
de fechas,
nombres e
ideas de
otros. No
pueden
aprehender. Quizá
la diferencia
parezca tonta,
tan tonta
como una
letra muda.
Pero implica
mucho más,
aprehender es
captar y
apropiarse de
algo.
Esto quiere
decir hacer
que el
conocimiento sea
influido e
influenciado por
uno. Aunque
las fechas
históricas no
cambien los
niños podrían
ver de
manera distinta
un mismo
hecho. Por
ejemplo, nadie
va a
hacer que
la Revolución
de Mayo
sea el
9 de
Julio de
1816. Porque
esos datos
están ahí.
Pero, esa
situación puede
ser analizada
desde un
número infinito
de miradas,
dependiendo de
las inclinaciones,
curiosidades e
inteligencias del
alumno o
niño. Alguien
con intuiciones
artísticas se
preguntará por
la música,
la danza,
o la
literatura. Alguien
orientado a
la economía
por la
evolución económica,
otros por
los asuntos
políticos; y
así podríamos
continuar reseñando
los intereses
hasta no
poder terminar.
Sin embargo estas situaciones no son vistas en las aulas. Muchas
veces nos encontramos con el afán de cumplir la exigencia
curricular, con la obsesión de que el chico tenga esa fecha en su
memoria. Lo que llamamos “saber”. Pero si al chico se le impone
que eso lo tiene que aprender por qué sí, sólo vamos a conseguir
que lo memorice, que lo olvide y que no le importe. ¿Por qué
debería el chico aprender con pasión algo que está tan alejado de
su realidad?. Sin motivaciones externas que le señalen la
importancia de una materia ¿Cómo puede el desarrollar la
motivación? ¿Está la didáctica y la pedagogía logrando hacer que
el chico se interese en su aprendizaje?. Creo que no, que además de
pensar sobre el dinero deberíamos pensar sobre las formas,
concepciones y visiones que tenemos hoy sobre los alumnos. Si los
vemos como simples cajas contenedoras de fechas tendremos a cambio
desinterés.
Sin embargo, el cambio es posible. Para que este se produzca
tenemos que empezar a ver a la educación de una manera integral
donde el chico esté en el interior del sistema educativo. No como un
alumno pasivo, sino en un rol activo donde aportaría sus
inquietudes. De esa manera nosotros podríamos detectar cuales son
sus inclinaciones naturales y sus talentos, para después ver si
coinciden con sus gustos.
También deberíamos modificar la currícula brindando ofertas de
materias optativas tales como ajedrez, dibujo, canto, danza, y
diferentes historias.
Sin duda habría que trabajar en conjunto con padres y personal
profesional de las instituciones. Saber cuales son las cosas que hace
el chico cuando termina el colegio, que le gusta hacer; ¿Juega a la
computadora, mira televisión, se junta con amigos, hace deportes?
Las posibilidades que abrirían esas tres estrategias nos
permitirían conocer la realidad del chico de manera más integral
además de permitir acercarlo a la escuela, hacerlo formar parte de
ella y permitirle que pueda, dentro de sus posibilidades,
modificarla.
por Joaquín Chemile
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