lunes, 25 de febrero de 2013

¿Falta de motivación o falta de motivaciones?


Con el correr de los años la palabra “crisis de la educación” se ha hecho presente en cada uno de los puntos y debates políticos. La opinión pública habla de ello ante cada nuevo fracaso de estudiantes en los exámenes de admisión o ante el retroceso de los estándares educativos que año a año son medidos por los evaluadores internacionales. 

Además se ha instalado en las charlas de café, en la sobremesa de las familias y en las discusiones de personas de todas las edades. Entonces, si todos están discutiendo y hablando de lo mismo; ¿eso quiere decir que estamos en camino de encontrar la respuesta? Posiblemente no. Siempre el punto cuando hablamos de la crisis educativa es la falta de fondos, los malos sueldos y los recortes. Eso sin duda es importante ya que sin fondos la escuela no puede funcionar. Pero, si la cantidad de dinero aumentase ¿Podríamos dirigirlo de una manera que signifique el correcto desarrollo de las potencialidades del niño? ¿O sólo haríamos más de lo mismo? 
Hoy en día los chicos parecen estar desinteresados por muchas materias, entre ellas la que tratan temas literarios, filosóficos e históricos. Sin embargo, no son las universidades de ciencias exactas las que se llenan. Entonces, ¿A los alumnos no le gustan ninguna materia? ¿Hay un desinterés general? ¿No quieren progresar y desarrollarse?. Las respuestas pocos alentadoras de estas preguntas no puede ser una coincidencia. Interpretar que todos los alumnos hoy en día son vagos que no tienen ganas de progresar no es racional. Para poder solucionar este problema, que parece enigmático, hay que preguntarse ¿Por qué les falta motivación a los alumnos hoy en día?
Los chicos, repiten, olvidan, ignoran o simplemente no prestan atención. Y, además, se piensa que es su culpa. No estamos diciendo con esto que estudiar tiene que ser algo relajante. Sino queremos enfatizar que debería ser un esfuerzo que se pueda realizar de manera normal y concentrada (como un entrenamiento de fútbol, como un ensayo de danza) Y sólo es posible que eso se logre si lo que el chico está estudiando se conecta a algo que va más allá de lo que estudia de memoria. ¿Entonces qué sucede? Los chicos no estudian de manera consciente, solamente se limitan a repetir conceptos vacíos. Sólo son enciclopedias de fechas, nombres e ideas de otros. No pueden aprehender. Quizá la diferencia parezca tonta, tan tonta como una letra muda. Pero implica mucho más, aprehender es captar y apropiarse de algo.

Esto quiere decir hacer que el conocimiento sea influido e influenciado por uno. Aunque las fechas históricas no cambien los niños podrían ver de manera distinta un mismo hecho. Por ejemplo, nadie va a hacer que la Revolución de Mayo sea el 9 de Julio de 1816. Porque esos datos están ahí. Pero, esa situación puede ser analizada desde un número infinito de miradas, dependiendo de las inclinaciones, curiosidades e inteligencias del alumno o niño. Alguien con intuiciones artísticas se preguntará por la música, la danza, o la literatura. Alguien orientado a la economía por la evolución económica, otros por los asuntos políticos; y así podríamos continuar reseñando los intereses hasta no poder terminar.
 
Sin embargo estas situaciones no son vistas en las aulas. Muchas veces nos encontramos con el afán de cumplir la exigencia curricular, con la obsesión de que el chico tenga esa fecha en su memoria. Lo que llamamos “saber”. Pero si al chico se le impone que eso lo tiene que aprender por qué sí, sólo vamos a conseguir que lo memorice, que lo olvide y que no le importe. ¿Por qué debería el chico aprender con pasión algo que está tan alejado de su realidad?. Sin motivaciones externas que le señalen la importancia de una materia ¿Cómo puede el desarrollar la motivación? ¿Está la didáctica y la pedagogía logrando hacer que el chico se interese en su aprendizaje?. Creo que no, que además de pensar sobre el dinero deberíamos pensar sobre las formas, concepciones y visiones que tenemos hoy sobre los alumnos. Si los vemos como simples cajas contenedoras de fechas tendremos a cambio desinterés.
Sin embargo, el cambio es posible. Para que este se produzca tenemos que empezar a ver a la educación de una manera integral donde el chico esté en el interior del sistema educativo. No como un alumno pasivo, sino en un rol activo donde aportaría sus inquietudes. De esa manera nosotros podríamos detectar cuales son sus inclinaciones naturales y sus talentos, para después ver si coinciden con sus gustos.
También deberíamos modificar la currícula brindando ofertas de materias optativas tales como ajedrez, dibujo, canto, danza, y diferentes historias.
Sin duda habría que trabajar en conjunto con padres y personal profesional de las instituciones. Saber cuales son las cosas que hace el chico cuando termina el colegio, que le gusta hacer; ¿Juega a la computadora, mira televisión, se junta con amigos, hace deportes?
Las posibilidades que abrirían esas tres estrategias nos permitirían conocer la realidad del chico de manera más integral además de permitir acercarlo a la escuela, hacerlo formar parte de ella y permitirle que pueda, dentro de sus posibilidades, modificarla.

por Joaquín Chemile

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