miércoles, 17 de julio de 2019

La indiferencia duele más que el frío



El comienzo del invierno representa para miles de personas la preocupación de no poder atravesarlo ni aguantarlo. En el horizonte de esa desesperante realidad se ilumina una pequeña vela que alienta a la solidaridad y a la comprensión, que hoy, son la única esperanza de quienes viven en situación de calle. La indiferencia duele más que el frío.

En abril, al igual que todos los años, un grupo de 500 voluntarios recorrieron los 48 barrios de la Ciudad de Buenos Aires para realizar el censo anual de personas en situación de calle. El estudio arrojó que, sólo en la ciudad, hay 7.251 personas en situación de calle, teniendo en cuenta no sólo a quienes viven en la vía pública, sino a los que utilizan la red de alojamientos nocturnos. Además,  el 52% afirmó que es la primera vez que vive en la calle y el 26% (802 casos) dijo que terminó en la calle porque perdió su trabajo. 550 casos fueron por ser expulsados de su vivienda, 536 por separarse de su pareja y 430 por incapacidad de pago.

La vulnerabilidad y riesgo que implica vivir en la vía pública tiene como consecuencia final la muerte. Uno de los últimos casos fue el de Sergio Zacaríaz, un hombre de 52 años que murió por hipotermia en el barrio de Monserrat. Además, Red Solidaria denunció que hubo cuatro muertes más por hipotermia en personas en situación de calle en el país.

No los mató sólo el frío, sino la ausencia: de oportunidades, del estado, del sistema, de los ojos que los rodeaban. Estar fuera del sistema es también quedar lejos de cualquier oportunidad de crecimiento o progreso ¿Qué aspiración tendría alguien que hoy a la noche puede, literalmente, morir de frío? La indigencia y la situación de calle es una de las raíces de la desigualdad de oportunidades, y la indiferencia de la sociedad es la raíz de la falta de inclusión social. Si se está fuera del sistema no necesariamente se tiene que estar fuera de los ojos de todos los demás.

Aunque las cifras en crecimiento no acompañen, la esperanza recae en la comunidad. La ola polar despertó la solidaridad de muchas personas e instituciones que se sumaron a tomar conciencia sobre esta problemática. Por iniciativa de Red Solidaria, varios clubes de fútbol abrieron sus puertas para ayudar a quienes más lo necesitan a atravesar el frío de la noche, y esto, representa un enorme avance en materia de comunidad. Lentamente se va rompiendo esa barrera invisible entre quien está en la calle y quién no. La posibilidad de conversar o brindarle un plato de comida a alguien que lo necesite parece un poco más cercana y cotidiana que antes.

Hablar con alguien que vive en esa situación es el primer paso para quebrar esa indiferencia. Puede ser acercando comida caliente y comentando albergues nocturnos donde puede pasar la noche por ejemplo. Otra forma de colaborar puede ser donando abrigos o frazadas en buen estado, sumándose a recorridas nocturnas o brindando apoyo a organizaciones sociales. Siempre existe la forma de colocar un granito de arena, y más todavía cuando una de las formas de colaborar es tomar conciencia, empatizar y levantar la mirada.

La calle no es un lugar para vivir y ese otro que está en el suelo helado tiene los mismos derechos que cualquier otra persona de este mundo. Avanzamos a un futuro más solidario y empático, en el que ya no se acepta cerrar los ojos frente a hechos colectivos.


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