lunes, 1 de octubre de 2018

Vinculos Sanos, Vida Sana!



La mayoría de nosotros hemos escuchado y leído acerca de los conceptos vínculos sanos o vínculos tóxicos pero ¿somos capaces de reconocerlos en nuestro día a día?

Es importante comprender que los vínculos son dinámicos y pueden atravesar diversas fases. A partir de esta situación, el primer error que se presenta a la hora de toparnos con una relación que se ha tornado tóxica es la justificación. Pensamos que son actitudes del momento y causadas por un malestar pasajero cuando contrariamente el proceso de conocer a una persona no se efectúa en dos días sino que es prolongado, se deja de idealizar a dicho sujeto para tener contacto directo con su entera naturaleza.

La manera que elegimos para vincularnos con el entorno está directamente relacionada con nuestra manera de ser y de sentir: la identidad y la autoestima. Somos una construcción realizada a partir de los contextos en los que hemos transitado nuestros años de vida. Toda actitud y personalidad tienen un por qué.

Además, es de suma relevancia no encasillarnos en una postura condenatoria hacia nosotros mismos, “me lo merezco”, “por algo es”. Eso es dañino y nos arrastra a la costumbre del maltrato. ¿Qué situaciones deberían alertarnos?

1.         No existe la confianza en el vínculo. Es por ello que ninguno de los dos puede contar con su privacidad e intimidad. Todo se vuelca al mundo de la relación como prueba de lealtad. En tiempos de conexión constante, el ejemplo claro puede ser la invasión sin consentimiento del celular ajeno con presencia o inclusive ausencia de la otra persona.

2.         Sentir temor por actuar, pensar o expresarte tal cual lo deseas y querés. Existe una relación intimidatoria de uno sobre el otro, donde vence el miedo. El resultado más evidente es el sentimiento de culpa confundido con la lealtad. A una persona no se “le debe” fidelidad sino que se elige y siente. No sos propiedad de nadie, la libertad debe ser primordial para lograr un vínculo saludable.

3.         Se normaliza la denigración, el maltrato y las malas formas de expresión. Se justifican las actitudes que no concuerdan con la otra persona con golpes verbales que duelen al autoestima. Dichas actitudes pueden denominarse en general envidia, no alegrarse por el progreso del otro sino tomarlo como un rival. El vínculo debe estar desarrollado y fundido desde el respeto mutuo. Es en las buenas acciones, el reconocimiento y la atención donde se crea una relación sana.

Lo fundamental es reconocer cómo te sentís al relacionarse con el otro. Si se pueden encontrar situaciones que nos dejan tristes, angustiados, enojados o decepcionados, ese vínculo resta antes que suma. Todas las emociones merecen ser vividas pero depende de nosotros valorarnos y ponernos en un lugar de privilegio.

Una vez que me reconozco en un vínculo que trae efectos negativos en mi persona, es primordial hablar. Si no se puede realizar con un familiar, acercarse a un amigo. En caso contrario, acudir a un terapeuta quien puede ver de forma objetiva la situación y acompañarte en el camino a la sanación. No estás solo o sola, hay muchas manos para sostener y guiarte, solo es cuestión de poner en movimiento y reacomodar piezas que nos generan bienestar en todos los ámbitos que nos rodean para dejar atrás aquello nos dañó.



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